Caminos Para Vivir Mejor

 

Como sabemos, los humanos -al igual que otras especies del reino animal- somos seres sociales y dependemos casi totalmente del grupo al que pertenecemos.  Por ejemplo,  cuando nacemos requerimos que nos cuiden en todos los aspectos para poder sobrevivir. Y aunque al crecer y alcanzar la adultez,  hemos desarrollado las habilidades que nos permiten cierta autosuficiencia, es indudable que siempre necesitamos de los demás.

Sin una descripción exhaustiva del mecanismo de la economía actual, todos tenemos una idea de cómo funciona la cadena de la productividad y el consumo a la que estamos sujetos, puesto que nuestros necesidades son múltiples y variadas. De tal suerte, que aun en las cuestiones más elementales para la supervivencia, requerimos de consumir el agua que ha sido tratada en plantas purificadoras y de ingerir los alimentos que producen los agricultores o los ganaderos,  sin contar los otros comestibles que han sido transformados y empacados por las industrias procesadoras.

Igualmente tenemos que adquirir artículos como ropa, calzado, utensilios y productos  de aseo, muebles, electrodomésticos, etc.  Y pagar oportunamente para tener acceso a servicios básicos como electricidad, agua, combustible, teléfono y –hoy en día- internet.

Nuestros hijos asisten al colegio y esto también requiere de todo un engranaje en el que participa mucha gente (directores, maestros, conserjes), así  como  la correspondiente adquisición de sus útiles escolares en las librerías y papelerías.

Por otra parte, en nuestro centro de trabajo igualmente necesitamos de nuestros compañeros, colaboradores, clientes, etc.,  para que la empresa funcione adecuadamente.

Así las cosas, es inevitable que en cada uno de los contextos en los que operamos diariamente surjan necesariamente convenios con todos aquéllos con quienes tenemos que interactuar. Sean            -éstos- tratos explícitos y formales o tácitos. Y es un hecho que sin ellos no sería posible la realización de las actividades de cada uno de nosotros.

Pero ¿qué sucede en casa? Curiosamente es al interior del hogar en donde suelen observarse mayores dificultades tanto para establecer los acuerdos de colaboración, como para cumplirlos. ¿Por qué ocurre esto? Una explicación es aquélla que se relaciona con los papeles que se han establecido tradicionalmente  para cada uno de los miembros de la familia. A saber: los tan discutidos ‘roles de género’.

De modo que, según dicta la costumbre, las labores domésticas son actividades que ‘deben’ realizar las mujeres (independientemente de que también aporten sus ingresos a la economía familiar). Mientras que a los varones -por lo regular- se les permite la opción de participar o de no  hacerlo (a voluntad). Situación  ésta que, más tarde o más temprano, suscitará los consabidos conflictos hogareños en este sentido.

Como en casi cualquier asunto, la prevención de los problemas es lo más recomendable. Y si no se tomaron las correspondientes medidas con anticipación, siempre se puede promover una  modificación en las costumbres familiares ¿verdad? En tal caso, se hará necesario que se ponga a discusión la toma de acuerdos claros y específicos en cuanto al cumplimiento de las tareas en la casa.

Lo más importante aquí será que se respete lo convenido. Y aunque es muy probable que lleve algún tiempo establecer los nuevos hábitos, habrá que persistir en que cada uno cumpla con sus responsabilidades para que prevalezca la armonía familiar.

Al respecto el mensaje es muy claro:

Dentro de casa (igual que afuera) todos deberíamos poder disfrutar de ciertos privilegios, pero también tendríamos que cumplir con las correspondientes obligaciones. O como reza la célebre frase de Juárez: “El respeto al derecho ajeno…” ¿No les parece?



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